Lamentablemente son muchos los empresarios que se engañan a sí mismos, muchos empresarios los que se niegan o resisten a pasar por un concurso de acreedores. A pesar de que un 90% de las empresas que se encuentran en suspensión de pagos termina liquidando la empresa, hay que decir que el otro 10% de empresas consigue resistir.
Un punto importante a tener en cuenta es que como consecuencia de la mala reputación que tiene este proceso en la sociedad así como por la falta de información únicamente se consigue que la solicitud de este proceso se retrase, con las consecuencias negativas que ello puede acarrear.
Y es que desgraciadamente hay muchas empresas que solicitan este proceso cuando ya no hay vuelta atrás, cuando ya no ha posibilidades de salvar el negocio. Existen muchos empresarios que piensan que después de un concurso acreedores no hay nada más, no hay vida después de un proceso de este tipo, pero nada más lejos de la realidad. Otras empresas en cambio creen que un concurso de acreedores se presenta como un estigma en su trayectoria y toman una decisión cuando ya es demasiado tarde encontrar una buena solución.
El mejor momento para presentar la solicitud de un concurso de acreedores es al menos unos 6 meses antes de saber o creer que no se va a poder hacer frente al pago de las nóminas de los trabajadores. La gran ventaja de este proceso es que congela o paraliza las deudas que se tengan pendientes mientras se determina y analiza la viabilidad de la empresa. El deudor y los acreedores deberán pararse a negociar un convenio, para lo cual es preciso que al menos el 50% de los acreedores ordinarios den su apoyo.
Pero, por desgracia, reconocer tarde los problemas únicamente ha llevado a que sean muchas las empresas que hayan tenido que cerrar sus puertas. Es por este motivo que potenciar el preconcurso es clave para la subsistencia de muchas de las empresas que se someten a este proceso.